viernes, 20 de septiembre de 2013

CUANDO SURGE UNA DISYUNTIVA


Hoy como tantos días me disponía a apagar la luz de mi habitación, antes de intentar conciliar el sueño; y ocurre en determinadas viviendas, que las llaves o interruptores que se utilizan para este menester, son dobles por la sencilla razón de que uno de ellos es para apagar la lamparita de arriba y el otro para la luz auxiliar, que yo particularmente utilizo para leer, escribir…

Pues eso…que en el preciso instante en que intento acercar el dedo índice de mi mano derecha a una de las dos opciones, siempre me ocurre que olvido cual es la correcta y en un 80% de las ocasiones suelo errar.

¿Y a qué narices viene esto? Se preguntarán ustedes…pues sencilla y llanamente a la elaboración práctica de una metáfora vital que seguramente nos acerque a todos a un punto de encuentro, a una empatía, a una sonrisa…que es en definitiva lo que debería perdurar en nuestros semblantes, dada la necesidad tan imperiosa de ellas que solemos demostrar los mortales.

La práctica nos indica que si repetimos una tarea 100 veces y nos confundimos, lo más correcto sería entrenar para conseguir el éxito, pero los animales con ropa en que nos convertimos algunos, entre los cuales me incluyo el primero, no hacemos caso a la praxis, no evaluamos los errores ni intentamos subsanarlos, no tomamos conciencia del paso a seguir para reconducirlo y que nos lleve a obtener una buena nota en la vida o simplemente para apagar la luz del dormitorio principal de nuestra humilde morada…

Porque no me digan ustedes que no es sencillo, a la primera de cambio…cuando me confundo, cojo y enciendo la lucecita de las narices, observo si es izquierda o derecha, arriba o abajo…interiorizo la mecánica y la aplico de manera sucesiva hasta no fallar nunca más. Pero las personas humanas no somos así, ya no sabría decirles si por inercia, si por cabezonería, si por jugar cada día con el azar, o porque en realidad no percibimos la necesidad de acertar en la vida y empezar por las pequeñas cosas.

Nos pasa en multitud de ocasiones que apenas percibimos porque no nos importan y en décimas de segundo podemos subsanarlas y obtener el éxito seguro…por ejemplo cuando uno abre un medicamento siempre por el lugar equivocado, o una caja de pasta dentífrica…y aunque nos de rabia al principio, como tenemos la certeza de corregir y enmendar el fallo en un periquete, pues nosotros no nos preocupamos en fijarnos en el detalle que nos lleve a no meter la pata de nuevo… ¿Para qué verdad? Pues tal vez para sentirnos más conformes con nosotros mismos y tomar plena conciencia de lo que hacemos, para no sentir una rabia innecesaria y agradecer a nuestro cerebro que funcione y se ejercite.

Eso nos pasa en la vida en general y es absurdo darse cuenta y seguir haciéndolo…¿o nadie ha cometido un error grave en su existencia vital y cuando se le presenta una disyuntiva de parecidas características es incapaz de mirar hacia atrás y atrapar los fallos para reconducir la respuesta correcta? ¿Nadie ha tropezado dos veces en el mismo escalón?, ¿nadie ha dejado de lado la plena conciencia de lo que hace, turbado por las inclemencias del capricho y la tortura del tiempo?

No nos podemos engañar cada despertar, y debemos ser fieles a nuestras tareas, disfrutándolas pero asumiéndolas hasta los huesos, para que nos pertenezcan, para que perduren aunque se vayan, para que nos posean sin darnos cuenta, para interiorizar nuestro pensamiento, para ser dueños de nuestra vida y nuestro cuerpo, para ser nosotros mismos.

¿Puede ser más rotundo y abusivo el error que el acierto? ¿Podemos soportar que nos llenen de lastres, cuando tenemos fuerza suficiente para lanzarlos al exterior? ¿Es coherente que nos ganen sin palabras cuando presumimos de un elocuente verbo? ¿Alguien puede hacernos bajar la mirada, siendo soberbios desde que nacimos? ¿Somos prisioneros de lo ajeno y ajeno a nuestros principios?

Cuántas preguntas se podrían responder sin necesidad de llenar folios y atormentar cabezas con palabras, cómo surgirían las vidas de la muerte de la conciencia de nuestro existir, cómo valoraríamos nuestra piel y nuestra mirada, nuestro pulso y nuestros amigos, tu caminar y el mío.

Neguémonos a seguir claudicando ante el error fácil, cuando no es necesario, revelémonos contra la incertidumbre y aprendamos a valorar lo nuestro, constatemos nuestra belleza y compartámosla sin exhibirla, apreciemos nuestros dones sin recalcitrar al de al lado para hacérselo saber, disfrutemos del éxito si es tan sencillo conseguirlo como utilizar el interruptor correcto…Vayamos por la vida con la cara alta y subsanando los pasos flojos para convertirlos en zancadas amplias, respiremos profundo si es necesario y suave si nos confundimos, llevemos la contraria al azar y arropemos nuestra seguridad, gritemos alto si es necesario y brinquemos fuerte para que reverbere nuestra voz, sintámonos atados a la libertad de elegir, presos del amor incondicional y apartados del fallo del estúpido ignorante.

Turbar nuestros sentimientos sin seguirlos, no reaccionar ante el maltrato del tiempo, incurrir mil veces en los mismos errores, transgredir la inteligencia sometiéndola a la imbecilidad del idiota etimológico, subsistir por el hecho de hacerlo sin disfrutar de la vida, sonreír a quien no lo merece…Nada de ello merece la pena si acertamos a sentir, a reaccionar, a discurrir, a pensar, a VIVIR.

Tengo enigmas amplios, muchos….oscuros.

Tengo empeño, no explícito caído en sutil ignorancia, tímido….obstinado

Tengo el querer ufano, ignorante, extraño, roto…oculto.

P.D. “No dejéis que un simple interruptor os impida encender la luz de vuestro corazón”*****

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