domingo, 20 de enero de 2013

"LA C*O*M*E*T*A"


El tobogán nos ponía en antecedentes de lo que se debe hacer cuando aparece la fortaleza de lo cotidiano frente a lo anémico de lo no establecido. Las razones por las que el extraño debía dejar pasar a los comunes, en la fila del ascenso al AMOR.
Pero el tobogán aun está anclado en la tierra con cemento, hormigón, maderas, herrajes y plásticos que le permiten durar en el tiempo, y permite al viandante, ávido de experiencias, acercarse a él y probarlo para saber si es tan gratificante como el primer día…y ocurre con LA COMETA, que solo está en el suelo para comenzar a engranar su tela y sus palos, ordenar sus cuerdas y anclajes y una vez montada…se inicia el juego entre ella, el aire y tú.
Cuando LA COMETA comienza su ascenso lo hace alegre y enérgica, con la fuerza del viento en su máximo esplendor,… y sube sin dudar hacia el cielo, tanto como la permitan los hilos que la manejan y la pericia del que está abajo dominándola, mimándola, dirigiéndola pero a la vez dejando ser dominado, mimado y dirigido por ella…
Es tal la reciprocidad de los movimientos que realiza uno, con los que recibe la otra, que depende solo de ellos el que los dibujos en el cielo de tan curioso elemento, cautiven a todos los que admiran ese instante, manteniéndoles con un grado alto de estupor ante la belleza y la fuerza del momento.
Hoy llego a pensar que el AMOR es similar a lo que acontece en el juego de la cometa y el hombre o el hombre y  la cometa, ya que no es más fuerte uno que el otro o al menos, no debían serlo…El AMOR empieza en el suelo, en lo terrenal, en lo más próximo…enlazando todas las partes que lo componen y que todos conocemos…la atracción, una mirada, un cuerpo, unas palabras…y es entonces, cuando todo encaja perfectamente como las piezas de un PUZZLE, cuando nos disponemos a lanzarlo a lo más alto, nos entregamos completos, nos desnudamos ante el aire y la pureza del mismo nos eleva rápidamente al cielo, a las nubes, próximos al sol, cautivando nuestras sensaciones a los que nos saben AMANTES, y enamorando con nuestras miradas sinceras a los que participan de nuestra FELICIDAD.
Somos capaces de dibujar con nuestras manos las más bellas caricias y con nuestras palabras las más bellas prosas, con nuestras rimas los más bonitos poemas y nuestros cuerpos llegan al cielo con el aire suficiente para respirar mientras nos amamos, disfrutando de los hilos de nuestros besos y el calor incomparable de una mirada de deseo.
Una vez en el cielo nos deslizamos con suavidad, como LA COMETA, y nos podemos mantener allí tanto como queramos; pero dependemos de la pericia del uno y el aguante del otro, del amor coordinado, de la entrega dividida pero sin pautar, de la suavidad del viento, de la rutina que sabemos transformar en belleza, del movimiento suave al despertar para no interrumpir el sueño, de la sonrisa sincera al momento, de agasajar los oídos con sentimientos de amor, de acariciar los sentidos con las miradas, dependemos del AMOR como la COMETA del aire.
Surgen momentos en la vida en los que puedes unir todas las piezas de la COMETA con una entrega absoluta, y la sitúas en el sitio oportuno para que comience a volar hacia el cielo, agarras fuerte sus hilos y esperas una ráfaga de viento suficientemente fuerte como para que ascienda y esa ráfaga no llega, que es lo que ocurre a veces con el AMOR… ¿NO? Aquí…nos situamos en una disyuntiva complicada de determinar y que nos obliga a esperar pacientemente a que llegue ese soplo de viento, similar a la espera en la cola del TOBOGÁN o desmontar la cometa con la misma suavidad y dedicación que hiciste para armarla y guardarla esperando que otro día tengas más suerte.
Lo peor que puede pasar no es esto…no debíamos estar tristes en este momento, porque nuestro entretenimiento, nuestra COMETA, nuestro AMOR, siempre está ahí…cercano, próximo a nosotros, con la posibilidad de recogerlo, iniciarlo y empezar de nuevo, por lo tanto, no tenemos por qué estar tristes cuando nuestra COMETA no pueda volar, o nuestro AMOR no pueda empezar, ya que sabemos que tenemos las piezas necesarias, dónde debemos acudir para iniciar el proceso y qué hacer para que todo salga bien.
Lo lastimoso y triste es cuando...por el desgaste de los hilos, por una fuerza desmesurada del viento, porque se rasgue la tela, por un tropiezo, o lo peor por una indecisión a la hora de agarrar fuerte LA COMETA…ésta se escape y vuele LIBRE pero en soledad… esperando que el viento la lleve de nuevo hacia las manos que la hicieron ascender y dibujar los más suaves pero intensos movimientos de FELICIDAD y ALEGRÍA,  ansiando que la acaricien desde cerca al protegerla y desde lejos al imaginarla, intentando volver a los brazos que se aferraban a ella con el fin único de elevarla hasta el cielo, con el único fin de ofrecer el AMOR.
Pero el viento, como el tiempo no suele esperar y comienza y termina donde gusta o apetece, de lo que deduzco que si la COMETA se escapa es difícil encontrarla de nuevo y por lo tanto habrá que desistir y pensar por analogía…QUE EL AMOR NO EXISTE.

P.D. “Si te gustan LAS COMETAS, átalas con un “hilo rojo”

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