El tobogán nos ponía en antecedentes de lo
que se debe hacer cuando aparece la fortaleza de lo cotidiano frente a lo
anémico de lo no establecido. Las razones por las que el extraño debía dejar pasar a los
comunes, en la fila del ascenso al AMOR.
Pero el tobogán aun está anclado en la tierra
con cemento, hormigón, maderas, herrajes y plásticos que le permiten durar en
el tiempo, y permite al viandante, ávido de experiencias, acercarse a él y probarlo
para saber si es tan gratificante como el primer día…y ocurre con LA COMETA,
que solo está en el suelo para comenzar a engranar su tela y sus palos, ordenar
sus cuerdas y anclajes y una vez montada…se inicia el juego entre ella, el aire
y tú.
Cuando LA COMETA comienza su ascenso lo hace
alegre y enérgica, con la fuerza del viento en su máximo esplendor,… y sube sin
dudar hacia el cielo, tanto como la permitan los hilos que la manejan y la pericia
del que está abajo dominándola, mimándola, dirigiéndola pero a la vez dejando ser
dominado, mimado y dirigido por ella…
Es tal la reciprocidad de los movimientos que
realiza uno, con los que recibe la otra, que depende solo de ellos el que los
dibujos en el cielo de tan curioso elemento, cautiven a todos los que admiran
ese instante, manteniéndoles con un grado alto de estupor ante la belleza y la
fuerza del momento.
Hoy llego a pensar que el AMOR es similar a
lo que acontece en el juego de la cometa y el hombre o el hombre y la cometa, ya que no es más fuerte uno que el
otro o al menos, no debían serlo…El AMOR empieza en el suelo, en lo terrenal,
en lo más próximo…enlazando todas las partes que lo componen y que todos
conocemos…la atracción, una mirada, un cuerpo, unas palabras…y es entonces,
cuando todo encaja perfectamente como las piezas de un PUZZLE, cuando nos
disponemos a lanzarlo a lo más alto, nos entregamos completos, nos desnudamos
ante el aire y la pureza del mismo nos eleva rápidamente al cielo, a las nubes,
próximos al sol, cautivando nuestras sensaciones a los que nos saben AMANTES, y
enamorando con nuestras miradas sinceras a los que participan de nuestra
FELICIDAD.
Somos capaces de dibujar con nuestras manos
las más bellas caricias y con nuestras palabras las más bellas prosas, con
nuestras rimas los más bonitos poemas y nuestros cuerpos llegan al cielo con el
aire suficiente para respirar mientras nos amamos, disfrutando de los hilos de
nuestros besos y el calor incomparable de una mirada de deseo.
Una vez en el cielo nos deslizamos con
suavidad, como LA COMETA, y nos podemos mantener allí tanto como queramos; pero
dependemos de la pericia del uno y el aguante del otro, del amor coordinado, de
la entrega dividida pero sin pautar, de la suavidad del viento, de la rutina
que sabemos transformar en belleza, del movimiento suave al despertar para no
interrumpir el sueño, de la sonrisa sincera al momento, de agasajar los oídos con
sentimientos de amor, de acariciar los sentidos con las miradas, dependemos del
AMOR como la COMETA del aire.
Surgen momentos en la vida en los que
puedes unir todas las piezas de la COMETA con una entrega absoluta, y la sitúas
en el sitio oportuno para que comience a volar hacia el cielo, agarras fuerte
sus hilos y esperas una ráfaga de viento suficientemente fuerte como para que
ascienda y esa ráfaga no llega, que es lo que ocurre a veces con el AMOR… ¿NO? Aquí…nos
situamos en una disyuntiva complicada de determinar y que nos obliga a esperar
pacientemente a que llegue ese soplo de viento, similar a la espera en la cola
del TOBOGÁN o desmontar la cometa con la misma suavidad y dedicación que
hiciste para armarla y guardarla esperando que otro día tengas más suerte.
Lo peor que puede pasar no es esto…no
debíamos estar tristes en este momento, porque nuestro entretenimiento, nuestra
COMETA, nuestro AMOR, siempre está ahí…cercano, próximo a nosotros, con la posibilidad
de recogerlo, iniciarlo y empezar de nuevo, por lo tanto, no tenemos por qué
estar tristes cuando nuestra COMETA no pueda volar, o nuestro AMOR no pueda
empezar, ya que sabemos que tenemos las piezas necesarias, dónde debemos acudir
para iniciar el proceso y qué hacer para que todo salga bien.
Lo lastimoso y triste es cuando...por el
desgaste de los hilos, por una fuerza desmesurada del viento, porque se rasgue
la tela, por un tropiezo, o lo peor por una indecisión a la hora de agarrar
fuerte LA COMETA…ésta se escape y vuele LIBRE pero en soledad… esperando que el
viento la lleve de nuevo hacia las manos que la hicieron ascender y dibujar los
más suaves pero intensos movimientos de FELICIDAD y ALEGRÍA, ansiando que la acaricien desde cerca al
protegerla y desde lejos al imaginarla, intentando volver a los brazos que se aferraban
a ella con el fin único de elevarla hasta el cielo, con el único fin de ofrecer
el AMOR.
Pero el viento, como el tiempo no suele
esperar y comienza y termina donde gusta o apetece, de lo que deduzco que si la
COMETA se escapa es difícil encontrarla de nuevo y por lo tanto habrá que
desistir y pensar por analogía…QUE EL AMOR NO EXISTE.
P.D. “Si
te gustan LAS COMETAS, átalas con un “hilo rojo”
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