Noto la necesidad del arraigo a
las letras y no fuerzo la transición al silencio en favor de la libertad del
pensante.
A pesar de la invalidez del
cuerpo, siento la fortaleza del pensamiento y la heterogeneidad de mis actos
exentos de la programación de una vida, la temporalización de un instante o la
tiranía de los gritos que pretenden ensordecer la razón.
Hoy se hace difícil andar pero
fácil transmitir y esa es la razón de lo escrito y la sinrazón de lo callado,
que aparece en realidad como palabras ecualizadas y mal sintonizadas por la
estupidez y la ignorancia del que pretende apabullar, instruir, adoctrinar o
entorpecer lo que no es posible amedrentar, ni paralizar, ni si quiera acallar
mínimamente.
Cuando has muerto varias veces,
nadie te podrá matar pues eres el dueño de ti mismo, y al alejarte de tu cuerpo
para buscar el abandono, te acercas al momento más álgido de tu pensamiento.
Esa forma de sentir que atora las vías del entendimiento y hace extraños en la
carretera del ignorante obligándole a retroceder en la mirada y a silenciar sus
gritos, es propia de la humildad del carácter e impropia del idiota que aparece
desencajado, arrullando tus tímpanos y ensordeciendo sus cuerdas vocales,
mimando tu piel y erizando hasta límites insospechables su vello corpóreo, que
de tenerlo libre, despuntaría hacia el aire limpio, manchándolo de ira e
interrumpiendo el oxígeno de los pacientes y humildes que protegen la libertad
huyendo de la curiosidad implícita del imbécil.
Dónde te encontrarás ¡ABSURDO!
Cuando no esté próximo a ti y no puedas indagar y propagar con inquina los
versos ciertos y las palabras medidas.
Dónde hallarás la ira necesaria
para alimentar tu odio y eliminar tu frustración.
Cuándo aparecerá en ti la serenidad
exenta de lo ajeno y cercana a tus vísceras, que son lo que te deberían
preocupar.
Atrévete a limpiar tu putrefacto
suelo pisado por la inmundicia de lo que no te incumbe, acércate a mí con
sustento y argumentos y será entonces cuando mi corazón abra un hueco pleno de
sinceridad y amor, de humildad y sosiego para intentar estar a tu altura y
poder aplacar tu lengua viperina, roer y escudriñar tu mentira y hacer acopio
de beligerancia para tapar tu lánguida boca que expele el mal aliento de la
mentira y la osadía.
Si amas la verdad y eres pródigo
en ternura, huye del que te reta impidiendo que te vacíe o te calle, pero no
grites más para ser escuchado, pero no calles más para permitir el grito, pero
no interrumpas nunca cuando estén hablando, pero no circundes nunca cuando van
al grano, pero no dejes de hablar cuando es necesario, pero no aplaques tus verdades
ni interrumpas tu caminar. Aunque el camino sea sucio y manches tus
pies, aprovecha el barro que queda entre los poros de tu piel para hidratar y
calmar la pobreza del que no te merece.
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