domingo, 2 de diciembre de 2012

MIS BOTES DE GEL Y CHAMPÚ

Y me acerqué desconsolado, después de mi  fracaso teórico con el cable de mi ordenador, al mundo de los objetos, al paraíso de la inspiración, a la fuente de la materia… y fijé mis ojos en dos botes de gel y champú que hay en mi casa,… sin marca, sin reconocimiento social, pero que han hecho su servicio y permanecen acabados, terminados, exprimidos, obsoletos, añejos… y si miráramos en su interior, yo diría que hasta rancios, esperando que alguien, y en este caso el único alguien soy yo, porque practico la soledad, se acerque a ellos y los eche a la basura con el único fin de quitarlos de en medio o si practicaran la labor social del reciclado, que no es mi caso, para convertirse en un futuro en otro bote o tal vez en una espumadera barata producto de la aleación del plástico con algún elemento químico extraño y austero que se hayan inventado para minimizar los gastos del material ignífugo aunque sea a costa de investigar y testar con un pobre animal.
Yo siempre miraba a los continentes del jabón en cuestión, con el firme propósito de deshacerme de ellos, justo en el momento en el que postraba el nuevo recipiente a su lado y hacía acopio de él para purificar mi cuerpo, para limpiar mis pequeñas inmundicias, refrescar mis recuerdos e incluso en alguna ocasión con la absoluta convicción de salir más limpio a la calle, pero ocurría con la misma normalidad, que pasaban los días y una vez terminado el ritual de la ducha diaria, continuaba el del secado concienzudo pisando sobre la toalla extendida en el suelo, pasaba después a adecentar el pelo y colocarlo con el chorro de aire caliente de mi secador que siempre extraía del mueble del baño con el cable perfectamente enredado sobre la parte cilíndrica del mismo y que al contrario del de mi ordenador, éste si era muy constante en su desenredado, creando al final un efecto de muelle que iluminaba con una breve sonrisa las mañanas somnolientas que nos acompañan a los que madrugamos, y aunque entraba en la ducha y miraba aquellos dos cuerpos de plástico olvidados en el suelo frío de una ducha, siempre los dejaba allí y no hacía nada por separarlos de su retiro burdo y aburrido.
Vaya locura esto de pensar en las cosas y en el significado de las mismas, sobre todo cuando la invalidez de los recipientes en cuestión no cabía ninguna duda, ya que habían perdido hasta sus pegatinas baratas en el chocar continuo de las gotas de agua sobre cada uno de sus centímetros de plástico, habían sido exprimidos hasta el final e incluso enjuagados para abaratar costes, rentabilizar el medio ambiente y optimizar los recursos económicos en los que me veía sumido últimamente, … pero esto, lejos de avergonzarme, me hizo reflexionar y decidir que, tal vez, las personas tengamos una vida semejante a la de un triste gel barato que regalan en las farmacias con la compra de un paracetamol genérico, independientemente de la carestía del mismo producida por el capricho imbécil de cobrar más caros los productos necesarios a aquellos que menos tenemos, … pero eso tal vez sería otro tema y no me veo capaz de afrontarlo; lo que si me inquietó era la posibilidad de establecer la comparación desvergonzada del jabón de mi ducha, que por cierto es prestado, porque ya estaba en casa cuando llegué, con la vida de alguno de nosotros.
Ese elemento indispensable para casi todos nosotros comienza su vida de forma inesperada cuando alguien se aproxima a él y lo huele de la misma forma que nos encanta respirar el aroma limpio, puro y dulce de un bebé recién nacido, que no es más que la esencia de la vida.
Nos encanta estrenar y disfrutamos muchísimo de nuestra primera ducha con aquel gel, de la misma forma que cuando nuestros cachorros son pequeños y los tenemos cerca, ponemos algún que otro sentido más a los cinco que pensamos tener, para poder empaparnos de sus vivencias, de sus progresos, del  cambio mínimo en la estructura de su piel, de su lento y fugaz paso al sistema adulto, y con un cuidado especial para que no caigan nunca en nada malo de lo  mucho que nos creemos que les rodea.
Así mimamos a nuestros compañeros de ducha cuando están llenos por miedo a que viertan su contenido en el suelo y podamos caernos, o lo que es peor, que se caiga o derrame su contenido hasta tal punto que tengamos que comprar uno nuevo antes de lo esperado.
La vida no es tan amarga como este suceso ya que nuestras vidas no se suelen derramar en el suelo y, de derramarse no podríamos comprar una nueva… ¿o tal vez si? Joder, pues el caso es que hay vidas que recién estrenadas se derraman y desaparecen y otras que han sido compradas por los sentimientos ajenos,  hay momentos vitales que habría que tirar al suelo para que la lluvia se encargara de ellos y los convirtiera en espuma blanca que nunca se evaporase por el calor del sol para que no vuelvan nunca al ciclo del agua y pudieran aparecer en nuestra existencia y también soy de la manera de pensar que si las vidas se pudieran comprar no estaríamos tan vendidos a los demás y seríamos propiedad nuestra.
No somos de nuestra propiedad y no nos abandonamos y somos capaces de abandonar eternamente dos botes vacios… ¿será porque están vacíos? Ya no valen para nada, son inválidos, ya no son aptos para nada, son ineptos, ya no son capaces de resolver nuestros mínimos problemas higiénicos, son incapaces, ya no tienen la vitalidad que tenían cuando  respiramos su olor la primera vez, están muertos…pero esto no tiene nada que ver con la vida ¿verdad? O es que los humanos olvidamos ni siquiera ligeramente a los semejantes por ser inválidos, ineptos, incapaces…no es así…de hecho siempre los tenemos presentes y nos esforzamos por ayudarles a superar sus problemas, intentamos educar a nuestra sociedad para que se den cuenta de que por ser menos válidos o menos capaces, no tienen por qué estar apartados en una esquina y prescindir de ellos e incluso llegar a olvidarlos o pretenderlo porque estorban…¡¡no!! Estoy seguro de que no es así, estoy seguro de que según pasa el tiempo y el contenido de los geles va desapareciendo, al igual que desaparecen determinados valores o capacidades que tenemos, la gente no te aparta ni se olvida de ti, no puede ser verdad que el paso del tiempo vacíe algo hasta tal punto de convertirse en un triste olvido.
Ahora me da por pensar, que tal vez estuviera ironizando, pero tampoco estoy muy seguro de que cuando la vitalidad se pierde, se olviden de ti, porque la gente mayor siempre ha sido la más respetada socialmente, ya que han tenido grandes cosas que ofrecernos,… su sabiduría, la historia, las anécdotas intrigantes de la mili, lo que supuso el cambio de una moneda a otra, los cuentos de calleja, o simplemente la seguridad de estar al lado de alguien que ha vivido mucho tiempo. No puede ser cierto que por el hecho de haber avanzado parcialmente su estancia vital seamos tan crueles de no prestarles la más mínima atención y olvidarlos…porque con los geles, fuimos capaces de enjuagarlos para que nos duraran más e incluso los tuvimos a nuestro lado durante largo tiempo en la esquina inferior izquierda de nuestra ducha a pesar de estar vacíos...
Los geles llegaron al final de sus días pero los mantuvimos a nuestro lado, y en última instancia llegamos a cogerles un cariño tal, que nos apeteció reciclarlos para convertirlos en algún extraño objeto del mismo material o de aleación parecida, pero no sería justo que con nuestra especie hiciéramos las cosas al revés…no sería justo que lo más preciado del mundo sea  nuestra semilla y esencia y que según aparezcan los valores que educamos y que nuestros descendientes incorporan y transmiten, comencemos a alejarnos…no sería justo que en ese momento empecemos a deteriorar el cariño, el afecto, el amor, el respeto, la educación … Esto no ocurre así en realidad ¿verdad???.
No puede ser, que el producto del amor  se contamine tanto de la sociedad como para ser capaz de olvidar de donde nació, de donde vino, quién le cuidó y quién fue el que estuvo a su lado durante toda su vida.
¿Debemos pues guardar los cientos de botes vacíos que se acumulan en nuestros hogares?...¿ Es esa la reflexión a la que quiero llegar después de semejante ladrillo de locuaces frases entornadas alrededor de un hilo de tinta virtual? No tengo la menor idea, pero según crezco, y estoy en ello, me doy cuenta de que el olvido no es bueno cuando es voluntario y deberíamos retroceder a recoger el champú acabado y llevarlo donde procede de la misma manera que no debemos olvidar a quiénes nos dieron la vida, puesto que ellos respiraron nuestro aroma al nacer, cuidaron con mesura el gasto proporcional de la misma, mimaron cada gota de sentimientos que esparcíamos independientemente de que ellos fueran buenos o no tan buenos, nos amaron de forma incondicional y muy pocas veces les dedicamos un TE QUIERO incondicional.
La vida no es ni mucho menos como una caja de bombones, pero tampoco es como un gel de baño olvidado, la vida es aquello que nos dieron sin pedirlo, que casi nunca agradecimos y según una buena amiga algo que se puede repartir, transmitir, compartir y a veces sin hacer el mínimo esfuerzo, solo con tu presencia.

P.D.: ¡¡GRACIAS VIDA!!
“FELICIDADES CLAUDIA….ERES UNA SUERTUDA”

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