¿Me pone uno solo?
Una frase en desuso, como tantas
otras, que se ven abocadas a ello por la ausencia de tradición, de gusto, de
necesidad de paladear el sabor auténtico, o tal vez por la afluencia de
costumbres importadas o extraídas de la implantación progresiva de
recomendaciones médicas o chismorreos a propósito de la conveniencia o no de
disfrutar de la individualidad y fuerza del emboque de un café torrefactado, en
mas tanto por ciento que natural, porque así nos gustaba el café hace años en
este país, y así les gustaba a nuestros padres y abuelos, a nuestras madres y
abuelas, a nuestra sociedad ancestral; y digo ancestral para referirme a no
hace mucho tiempo, pero es que la tradición se ha deteriorado tanto en tan
poco, que uno debe referirse a los ancestros aunque sea hace 10 o 20 años.
Nadie pide uno solo en una
cafetería, con lo fácil que era para los camareros ponerlo y lo difícil que se
les hace ahora agradar a todos con tan sencilla infusión. Ahora los cafés ya no
son solos, con leche o cortados, ahora los cafés son obras de la ingeniería,
que al igual que los “Yintonik” precisan de un curso de formación de 500 horas,
un grado superior y un viaje a los EEUU para perfeccionar el estilo.
Yo me veo inmerso en un mar de
dudas cuando voy a una franquicia especializada en el sector y quiero pedir uno
solo, o más sencillo aún, cuando quiero pedir un café con poca leche, que es
como me gustan a mí, y me enfado de
verdad, porque no entiendo que tengan 10 variedades de café con 50 formas
distintas de preparación y no sean capaces de servirme un café con poca leche,
y en realidad lo que hacen es servirme un café con poco agrado y poca sonrisa
porque no me estoy ajustando a los cánones establecidos por la susodicha
franquicia que lo único que propone a sus clientes son “semitermos” enormes de una
mezcla de uno de los mejores inventos de la humanidad, con el producto de
ordeñar a un mamífero, desvirtuado por la cantidad de agua que se le añade y la
grasa que se le extrae, eso contando con que las especialidades no añadan
leches vegetales que convierten el momento único de disfrutar de un café en un
tiempo perdido a la hora de elegir y que para más inri, no se culmina con tu
pedido servido y pagado, sino que te tienes que desplazar para abastecerte de
los útiles necesarios para añadir azúcar, al gusto y servirte de un artilugio
de madera o plástico que utilizas para removerlo. ¡NO ME JOROBES!.
Cuando uno termina el ritual
inhóspito y se enfrenta al pago del servicio, se da cuenta de que entrega 5
euros y le devuelven menos de la mitad de lo que ha dado, y es entonces cuando
ya entro en cólera y me pregunto, cuáles son las razones que me obligan a mí, a
pagar un café con leche, que no lleva ni el café ni la leche que yo quiero, a ese
precio desorbitado y entonces me vuelvo a enfadar y me da por pensar.
Qué ha ocurrido para que ahora
seamos sumisos a la hora de adoptar posturas que nos imponen, qué ha pasado
para que destrocemos nuestras tradiciones y las sustituyamos con tanta
facilidad.
Por qué somos capaces de enfriar
un café en un vaso de cartón/plástico, paseando por la calle, obligados a ello
por las prisas, o algo peor aún, para presumir de ser un ejecutivo agresivo y
aparentar diligencia y rectitud en tus actos.
Dónde están esos tiempos
prefijados en nuestras vidas para detenerlas y convertir el estrés y la prisa
en relajación y pausa.
Nos hemos desnaturalizado hasta
tal punto que somos capaces de olvidar que el tiempo no está hecho para
consumirlo y sí para disfrutarlo.
Un café solo no es solo un café, un
café solo no te lo solías tomar solo y solo un café era capaz de reunir a
grandes literatos en torno a mesas de madera para discutir y discernir, para
leer y escribir, para fumar sin prisas y hablar respetando turnos, para alargar
y disfrutar del tiempo y del momento.
Un solo café era necesario para
conquistar a un hombre o una mujer, y solo con café se culminaban mañanas,
tardes y noches, el café era solo una excusa y lo importante giraba en torno a
él, solo sabíamos empezar la mañana con él, atardecer a su vera y velar gracias
a sus propiedades naturales.
Nunca te encontrabas solo, si
invitabas a alguien a un café y yo diría más…nunca se apoderaba de ti la
soledad si disfrutabas de su gusto, su temperatura idónea y su enfriamiento
progresivo.
Solo me da que pensar.
Tal vez ya os habréis dado cuenta
de que mi café solo, era solo una excusa para recapacitar e invitaros a tomar
un café de esos que duran y te permiten mirar a los ojos y escuchar, disfrutar
de su aroma y del aroma de la persona o personas que tenías al lado, un café
que hace eterna una sobremesa de palabras, recuerdos y momentos. Ese momento en
el que te puedes sentar y olvidar los malos momentos, para compartir y para
sentirte querido, aunque sea por alguien que solo quería tomarse un café
contigo.
Venga, ¿te invito o me invitas a ese "cafelito", con el que pasar un buen rato charlando de todo y de nada...? Lo de "su temperatura idónea y su enfriamiento progresivo", me ha llegado al corazón. Buena taza, tazón o vaso y nada de plástico..., ni de prisas. Me ha encantado leerte. Te comparto en mis redes.
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