martes, 14 de noviembre de 2017

¿ME PONE UNO SOLO?

¿Me pone uno solo?
Una frase en desuso, como tantas otras, que se ven abocadas a ello por la ausencia de tradición, de gusto, de necesidad de paladear el sabor auténtico, o tal vez por la afluencia de costumbres importadas o extraídas de la implantación progresiva de recomendaciones médicas o chismorreos a propósito de la conveniencia o no de disfrutar de la individualidad y fuerza del emboque de un café torrefactado, en mas tanto por ciento que natural, porque así nos gustaba el café hace años en este país, y así les gustaba a nuestros padres y abuelos, a nuestras madres y abuelas, a nuestra sociedad ancestral; y digo ancestral para referirme a no hace mucho tiempo, pero es que la tradición se ha deteriorado tanto en tan poco, que uno debe referirse a los ancestros aunque sea hace 10 o 20 años.

Nadie pide uno solo en una cafetería, con lo fácil que era para los camareros ponerlo y lo difícil que se les hace ahora agradar a todos con tan sencilla infusión. Ahora los cafés ya no son solos, con leche o cortados, ahora los cafés son obras de la ingeniería, que al igual que los “Yintonik” precisan de un curso de formación de 500 horas, un grado superior y un viaje a los EEUU para perfeccionar el estilo.
 
Yo me veo inmerso en un mar de dudas cuando voy a una franquicia especializada en el sector y quiero pedir uno solo, o más sencillo aún, cuando quiero pedir un café con poca leche, que es como me gustan a mí,  y me enfado de verdad, porque no entiendo que tengan 10 variedades de café con 50 formas distintas de preparación y no sean capaces de servirme un café con poca leche, y en realidad lo que hacen es servirme un café con poco agrado y poca sonrisa porque no me estoy ajustando a los cánones establecidos por la susodicha franquicia que lo único que propone a sus clientes son “semitermos” enormes de una mezcla de uno de los mejores inventos de la humanidad, con el producto de ordeñar a un mamífero, desvirtuado por la cantidad de agua que se le añade y la grasa que se le extrae, eso contando con que las especialidades no añadan leches vegetales que convierten el momento único de disfrutar de un café en un tiempo perdido a la hora de elegir y que para más inri, no se culmina con tu pedido servido y pagado, sino que te tienes que desplazar para abastecerte de los útiles necesarios para añadir azúcar, al gusto y servirte de un artilugio de madera o plástico que utilizas para removerlo. ¡NO ME JOROBES!.

Cuando uno termina el ritual inhóspito y se enfrenta al pago del servicio, se da cuenta de que entrega 5 euros y le devuelven menos de la mitad de lo que ha dado, y es entonces cuando ya entro en cólera y me pregunto, cuáles son las razones que me obligan a mí, a pagar un café con leche, que no lleva ni el café ni la leche que yo quiero, a ese precio desorbitado y entonces me vuelvo a enfadar y me da por pensar.

Qué ha ocurrido para que ahora seamos sumisos a la hora de adoptar posturas que nos imponen, qué ha pasado para que destrocemos nuestras tradiciones y las sustituyamos con tanta facilidad.
Por qué somos capaces de enfriar un café en un vaso de cartón/plástico, paseando por la calle, obligados a ello por las prisas, o algo peor aún, para presumir de ser un ejecutivo agresivo y aparentar diligencia y rectitud en tus actos.

Dónde están esos tiempos prefijados en nuestras vidas para detenerlas y convertir el estrés y la prisa en relajación y pausa.

Nos hemos desnaturalizado hasta tal punto que somos capaces de olvidar que el tiempo no está hecho para consumirlo y sí para disfrutarlo.

Un café solo no es solo un café, un café solo no te lo solías tomar solo y solo un café era capaz de reunir a grandes literatos en torno a mesas de madera para discutir y discernir, para leer y escribir, para fumar sin prisas y hablar respetando turnos, para alargar y disfrutar del tiempo y del momento.

Un solo café era necesario para conquistar a un hombre o una mujer, y solo con café se culminaban mañanas, tardes y noches, el café era solo una excusa y lo importante giraba en torno a él, solo sabíamos empezar la mañana con él, atardecer a su vera y velar gracias a sus propiedades naturales.

Nunca te encontrabas solo, si invitabas a alguien a un café y yo diría más…nunca se apoderaba de ti la soledad si disfrutabas de su gusto, su temperatura idónea y su enfriamiento progresivo.

Solo me da que pensar.


Tal vez ya os habréis dado cuenta de que mi café solo, era solo una excusa para recapacitar e invitaros a tomar un café de esos que duran y te permiten mirar a los ojos y escuchar, disfrutar de su aroma y del aroma de la persona o personas que tenías al lado, un café que hace eterna una sobremesa de palabras, recuerdos y momentos. Ese momento en el que te puedes sentar y olvidar los malos momentos, para compartir y para sentirte querido, aunque sea por alguien que solo quería tomarse un café contigo.

1 comentario:

  1. Venga, ¿te invito o me invitas a ese "cafelito", con el que pasar un buen rato charlando de todo y de nada...? Lo de "su temperatura idónea y su enfriamiento progresivo", me ha llegado al corazón. Buena taza, tazón o vaso y nada de plástico..., ni de prisas. Me ha encantado leerte. Te comparto en mis redes.

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